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Especial Menstruación

“Necesitamos una ginecología más humanizada”: el reclamo de las activistas de Vulva Sapiens

Este colectivo cuestiona las formas cómo la medicina ha tratado históricamente a las mujeres
Publicado 26 Feb 2020 – 06:27 PM ESTActualizado 12 Mar 2020 – 06:11 PM EDT
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“Esa medicina que no nos toma en cuenta, no nos sirve a las mujeres”, dice Marcela Morales Magaña, para explicar por qué llegó a trabajar el tema de la ginecología autogestiva, una forma de construcción de conocimiento, colectivo y horizontal, sobre los cuerpos femeninos.

Marcela es profesora en la UNAM, en Morelia, Michoacán, en Licenciatura de Estudios Sociales y Gestión Local y es una de las cinco integrantes de la colectiva mexicana Vulva Sapiens, fundada en México en 2012, junto con las antropólogas Érika Pérez y Eunice H. Aguilar, la historiadora Ixchel Morales y la administradora Lisel Lifshitz.

“Vulva Sapiens es una vindicación de discernir, a eso se refiere la idea del sapiens, porque es construir información nueva. Hicimos un manifiesto y tenemos un taller anual que se hace en línea y donde participan mujeres de muchos países y donde compartimos esto que hemos ido construyendo como información ginecológica.”

Para las integrantes de Vulva Sapiens, una de las cosas que más trabajo les cuesta a las mujeres es ponernos frente a la autoridad médica. “Pero gracias a la observación de nuestro cuerpo y a las redes de mujeres, cada vez tenemos más claras qué cosas no le vamos a aceptar a un médico, que es, hasta ahora, la única autoridad válida”, explica Marcela.

Esto no quiere decir que la colectiva esté en contra de la medicina o de la ciencia, la crítica no es a los avances científicos, sino a los juegos de poder que se dan al interior de las prácticas médicas y a la poca agencia que se les concede a las pacientes mujeres.

“Para nosotras lo problemático está en la práctica médica y el discurso médico, pero no es una posición ni anti medicina, ni ante avances médicos, no es que queramos curar todo con bicarbonato. Si una mujer, en una determinada circunstancia, teniendo la información necesaria, se quiere poner trompas de falopio biónicas, ¡que se las ponga! Si a una mujer le va bien con los anticonceptivos orales, y el beneficio es mayor que el perjuicio y ella está consiente de eso, pues bien, que proceda con su decisión.”

A pesar de que en la Edad Antigua y en la Edad Media los conocimientos ginecológicos estuvieron en la potestad de las mujeres, que trabajaban como curanderas y parteras, con la llegada de la Ilustración y la profesionalización y sistematización de la medicina, las mujeres fueron desterradas de ese lugar de conocimiento y pasaron a ser objetos de estudio, y a ser vistas por la medicina como cuerpos antes que como personas.

“Nosotras empezamos con una reflexión en torno al uso de la copa menstrual y al papel de la medicina en la gestión de la salud sexual de las mujeres y cómo hay muchas cosas relacionadas con la salud de las mujeres que no se investigan, o sí se investigan, pueden tener sesgos machistas. El nuestro es un activismo menstrual a favor de la visibilización de la menstruación, de periodos más amables y ambientalmente respetuosos.”

Vulva Sapiens también asume una postura crítica frente a esos discursos esencialistas que ven la menstruación como si fuera la esencia de la feminidad: “Nosotras lo que empezamos a observar es que hay una idea del regreso a lo natural que es muy problemática porque ¿qué es lo natural? y ¿a qué tiempo nos estamos refiriendo cuando hablamos de ese regreso? Esta idea de que en algún momento menstruar fue maravilloso nos parece problemática porque es deshistorizar al sujeto ‘mujer’ y basarlo en una identidad sustentada en un acontecimiento biológico que no todas viven (las mujeres trans, por ejemplo) y no todas viven de la misma manera.

También cuestiona las tendencias que idealizan la menstruación: “A mi me interesan mucho los temas socioambientales; vivimos en un mundo hipercontaminado: aire, agua, alimentos... ¿De dónde sacan que mi menstruación es maravillosa si se produce en un cuerpo que está contaminado? Cuando es probable que yo tenga una carga estrogénica desbalanceada, porque así es lo que consumimos, entonces un shot de menstruación no va a ser mágico.”

El problema central es un tema clásico del feminismo: las mujeres no tenemos información clara y oportuna para decidir sobre nuestros cuerpos; cuerpos que tampoco han sido prioridad de estudio para la medicina occidental. Y la consecuencia de esta falta de información va en detrimento de la salud de las mujeres. Marcela tiene una historia personal que muestra lo que pasa cuando se da una solución médica estándar a todas las pacientes.

“Yo fui tratada por endometriosis y me dijeron que no me iba a poder embarazar. Me mandaron muchísimas pastillas y un tratamiento hormonal muy fuerte que me hizo mucho daño. Me generaba una sensación de pesadez en el cerebro como si tuviera algodón en la cabeza, pero seguía teniendo sangrados muy fuertes y sensación de agotamiento”, cuenta Marcela. “Ya quería una histerectomía (extirpación total o parcial del útero) para no estar sufriendo por eso, tenía 28 años. En ese momento fui con un médico bioenergético, quien me recetó un cambio drástico de dieta, y después de unos meses estaba bien. Y no solo eso, ¡me di cuenta de que estaba embarazada!”

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Me enseñaron que con mi periodo...


Hoy, la hija de Marcela tiene 13 años, y con ella ha tratado el tema de la menstruación sin tapujos, desde que era pequeña: “Hay un indicador que es clave para saber cuándo va a llegar la primera regla, que es la presencia de un flujo blancuzco que aparece varios meses antes. Cuando esto pasó le dije que era probable que su primer periodo llegara muy pronto, me explicó que le preocupaba mucho que sucediera en la escuela y no estuviera preparada, así que hablamos de una estrategia y armamos un kit de supervivencia para cualquier eventualidad. Cuando le vino su primera regla le presenté las opciones de gestión menstrual que yo conocía y le dije que podía elegir lo que le pareciera más adecuado. Arrancó con las toallas.”

Una de las preguntas clave que nos hace Vulva Sapiens es ¿cómo adquirimos la información que tenemos sobre nuestros cuerpos? La colectiva propone que empecemos a observarnos, a documentar en detalle lo que pasa en nuestros cuerpos para ver cómo funciona nuestro ciclo, de esta manera tendremos información de primera mano que complemente los conocimientos de la medicina.

“Hay mujeres que dicen que les baja mucho, bueno, ¿cuánto es mucho? También nos han enseñado a normalizar el dolor, pero si hay un dolor incapacitante ¡hay que buscar respuestas! Algunos detonantes que pueden traer ese malestar son el estrés o las dioxinas que están en el ambiente. No es que tengamos que volver a la caverna, pero tenemos que asumir un papel más proactivo a favor de la salud, y entender cómo se relaciona la salud con el medio ambiente”, añade Marcela.

De esta manera, al conocer nuestro cuerpo también lo reclamamos como nuestro, es una forma de resistencia a está equivalencia cultural que pone al médico al nivel del padre o del sacerdote. “No soporto que un médico presupone que sabe más sobre mi cuerpo que yo. Él o ella sabe más sobre un estándar de cómo funcionan los cuerpos, pero quien sabe más sobre mi propio cuerpo soy yo.”

Reconocer la autonomía de las mujeres como pacientes no es anular la autoridad de los médicos, es humanizar la medicina y es hacer demandas muy sencillas:

-Queremos métodos menos invasivos y más amables con el cuerpo.

-Queremos que las mujeres tengan información confiable para poder decidir sobre sus cuerpos.

-No somos partidarias de tratamientos que se le apliquen a todas, cada quien tiene que hacer la experimentación y que su cuerpo sea como un laboratorio.

-Necesitamos médicos y médicas que respeten cuando las mujeres les digan que no les está sentando bien la experimentación y que no anulen la experiencia de la paciente.

El trabajo de Vulva Sapiens es una forma de activismo feminista que invita a cambiar la forma de entender la medicina que, con la excusa de la eficiencia y la objetividad, olvida, o peor, omite que los pacientes, pero especialmente las pacientes mujeres, las pacientes racializadas, migrantes, o de bajos recursos, tienen poder sobre sus vidas y sus cuerpos. Ese es el primer paso para una práctica ginecológica humanizada.

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